miércoles, 16 de junio de 2010

Subir, para tal vez, no volver



Te imaginas hacer algo en lo que sepas que de cada cuatro personas que hagan algo una va a morir, es lo que me ha contado Josema hoy, tras vernos y comer juntos desde hace mucho tiempo, todo un placer. Pues si, si te un día por subir el Anapurna donde de cada dos personas que suban una de ellas tiene el 90% de probabilidades de no bajar, ya que la tasa de mortalidad está en casi un 40% -hay que tener en cuenta que también muchos mueren por las avalanchas-, en el K2, una de cada cuatro personas no bajará o lo tendrán que bajar. Siempre me ha parecido increíble el valor de todos esos montañeros que son capaces de subir una montaña para tenerla que bajar después. No he entendido -por mi ignorancia- el placer de ese momento, allí arriba, sólo, con frío y miedo, mirando en el mejor de los casos la vista más espectacular, si es que unas nubes altas, muy altas, no se lo impiden.

Mi perplejidad fue todavía mayor cuando dos amigos Víctor y Edorta volvieron con graves congelaciones al alcanzar la cima del Cho Oyu, otro de los ochomiles, y tener que pernoctar en la cumbre al cambiarles el tiempo inexperadamente a 50° bajo cero, no estaban solos, les acompañaba Ángel y en un agujero cavado sobre la nieve se intentaron proteger de las temperaturas y la noche que les venían encima ante la imposibilidad de afrontar un descenso con vida. Lo lograron, pero la montaña en venganza por profanar  su mayor tesoro, les condenó con graves congelaciones en manos y pies. Ninguna palabra podrá expresar realmente lo que tuvieron que vivir allí arriba, era un mayo de 1997, el día en el que cambió parte de sus vidas.

En este enlace podéis ver todos los que han hecho cima en el Cho Oyu y si os fijáis en el 1997 veréis de que hablo:
http://desnivel.com/enciclopedia/index.php/Cho_Oyu

Por casualidad uno de los mejores médicos en congelaciones está en Zaragoza, el doctor Arregui en la MAZ, les atendió prontamente y logró salvar aquello que ya parecía perdido. Un vitoriano y un tolosarra en Zaragoza, llegaron con la nariz negra y los dedos de las manos negros, y los dedos de los pies negros, todo se veía muy negro en esos días primeros, Ana y yo estuvimos con ellos todo lo que pudimos, era por estas fechas, llegaron en mayo -seguro que alguien rectifica mi memoria- y acabó su prisión a primeros de julio. Fueron tardes que recuerdo con un cariño tremendo, tardes de calor y ventanas abiertas, de paseos y de pijamas azules de hospital, de cumpleaños y tartas caseras, de visitas de familia y amigos, de miedo a quitarse las vendas, de olor de hospital y llamadas de atención de la bulla que montábamos, de muchas risas, muchas risas. Pero si alguien aprendió algo esos días fui yo, me parecieron tan valientes, lo llevaban con tal entereza, tenían razones para llorar todo el día, era algo en lo que cualquiera nos habríamos venido abajo, desde luego, mucho más valientes que cuando hicieron cima allí arriba, aunque yo no estuviera para verlo -ni queriendo, vamos-. Os pongo una foto del momento de la cima del Cho Oyu y otra con Juanito Oiarzabal para que os hagáis idea de que hablo con las congelaciones.


A Edorta le tuvieron que amputar los dedos de las manos, apenas le pudieron salvar las segundas falanges de los dedos -perdón, si me equivoco y son las primeras- y un poco del dedo gordo con el que poder hacer pinza, en los pies también hubo que cortar pero menos, la vida de este frutero cambió por completo, pero ahora corre la Quebrantahuesos o cualquier carrera de extrema dureza y me mejor no te apuestes con él a ver quien gana, que perderás. No os perdáis también lo que dice otro compañero de él: http://jordiescrihuela.blogspot.com/2009/01/gente-edorta-andueza.html

De Víctor, que os puedo decir, gran amigo y con una fuerza mental casi igualable a su fuerza física, nos conocimos en esos días mejor que nunca y se cuajó una amistad de las que no se pierden por el tiempo. De sus pies le quitaron todos los dedos, pero lo que menos le importaba era lo que le tuvieran que quitar, lo que más le preocupaba era no poder llegar a las fiestas de Adurtxa -el barrio sin ley de Gasteiz- y perderse su actividad festera principal: el balonazo, y no le importaba, por que sabía que todo sería pasajero y que en nada ya andaría perfectamente, no hubo ni una duda, ni un segundo -que le viéramos nosotros- se vino abajo, es hombre de soluciones y no de problemas. Ya había vivido con anterioridad el drama de la montaña y le había tocado volver de un fin de semana de escalada con un amigo muerto por esas montañas traidoras. Pero si algo te hace fuerte, deben de ser estas cosas, hace poco subió el Everest sin oxígeno y por la norte -era su tercer intento ya que el mal tiempo no le había dejado antes-, y hace nada ha vuelto del Aconcahua y así seguira si Inma, su mujer, no le pone un candado a su equipo de montaña -yo le ayudo a comprarlo-; grande, muy grande este Víctor.

Aquí podéis ver cuando hizo el Everest en 2009: http://www.elcorreo.com/vizcaya/20090522/deportes/mas-deporte/everest-deja-paso-victor-20090522.html
También interesante lo que escribe Pérez de Tudela en el epígrafe de este artículo: "tragedia y heroísmo"
http://www.cesarperezdetudela.com/cronicas-everest.asp


En la foto haciendo cima en el Aconcahua -él es el de la izquierda con guantes amarillos-.

Por todo ello, subir cuatro, para bajar tres no me parece un buen cambio, el K2 o el Anapurna son montañas asesinas que cual sirenas lanzan sus cantos para engañar a los montañeros que las intentan escalar,  aunque conociendo a Víctor o Edorta los entiendo, pero mejor que no suban muchas.

En este enlace podéis ver los montañeros que han subido el K2 o cualquier otra montaña y todos los que la han subido o han fallecido intentándolo: http://www.alpinismonline.com/alp-stats.asp?fnc=form y en http://blog.cesarperezdetudela.com/index.php/2009/05/fin-de-la-expedicion-al-everest/

Como regalo me gustaría dedicaros una canción de Doctor Deseo, de Francis gran escalador de la vida y de las montañas, pero no hay ningún video de la canción "Atrapado en la norte del Eigger", pero si os dedico "En esta puta noche" para aquella noche en la cima del Cho-oyú, va por vosotros los que podéis bajar y contarlo y por los que por un sueño lo intentásteis, algo que mi "yo" cobarde me impide hacer.

1 comentario:

  1. Reconozco que hay que estar hecho de otra piel para subir esas montañas, me parece una experiencia increible para lo bueno y lo malo.
    Yo también recuerdo las tardes en la MAZ y lo divertido que fué aunque no dejara de ser un hospital. Victor y Edorta nunca estuvieron solos, son muchos los amigos que vinieron a verlos, sobre todo el fin de semana, que era cuando David y yo nos retirábamos (ya les habíamos dado la paliza de aguantarnos el resto de la semana)y aunque pasarían días duros (no lo dudo) no dejaron decaer su ánimo. Eso aprendí yo, aunque a veces mi ánimo no es tan fuerte como el de ellos, quizás por eso nunca me he planteado subir una montaña....

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