jueves, 30 de diciembre de 2010

El espíritu de la Navidad también en crisis II



Por contra, mientras en las calles apenas parece que hay sentido navideño es entrar a un centro comercial y te encuentras todo lo contrario, se han convertido en los verdaderos oasis de la Navidad, se llenan de color, de luces, de figuras, de espumillón y de escenarios tematizados donde los niños se lo pasan en grande. Es entrar y empezar a desear a querer, a preguntarse por qué yo no tengo esto o no tengo lo otro,  todo está a nuestro alcance y la Navidad se puede conseguir muy fácil, eso si, con dinero.


Casitas de cuento y árboles de navidad que llenarían el 50% del piso de un mileurista esperan a miles de consumidores para que dejen sus tarjetas al rojo vivo en estos días aludiendo al espíritu navideño. Para los niños es un parque de atracciones nuevo, sus sonrisas se dilatan y enfundados en sus anoraks acolchados corren como croquetas con patas de un lado para otro.


Madres y padres enseñan a sus hijos como se mueven los renos autómatas o los papá noeles como si se ahorraran una entrada para el cine, desde luego no hay mejor espectáculo en 3D. Los niños abren sus ojos y retienen en sus incipientes cerebros los buenos mensajes de la navidad: ayudar a los demás, no gastar cuando otros no tienen,… en muchos momentos, me imagino a alguien acabando con todas estas nuevas idolatrías (lo siento por mi espíritu anti-navideño, sé que los niños no tienen culpa, pero los mayores, alguna tenemos).


Las tiendas engalanan sus escaparates, de color rojo, oro y blanco, es el opuesto al mundo real que se vive en la calle de colores grises y pardos. Las tiendas vacías por las mañanas y tardes, rebosan de gente a última hora que por cumplir con el último regalo son capaces de comprar cualquier cosa.


Uno de los mejores enganches que tienen los centros comerciales es la presencia de Papá Noel (ahora) y Los Reyes Magos (después, pero por unidades) para que los niños les pidan los deseos. Así los padres hacen colas estoicas con los niños que cada minuto preguntan cuanto queda para ver a Papá Noel mientras tiran del pantalón de sus padres. Y la cola se hace cada vez más larga y los nervios afloran conforme se acerca la hora. Siempre hay algún padre con vocación frustrada de policía municipal que impone orden en la fila para evitar que algún padre avispado se cuele de mala manera.


Cierto es, que es llegar Papá Noel y a los niños les cambia la cara, corren veloces hacia él, olvidando aquellos mensajes paternos de no acercarte a extraños, y menos con bigotes y barba postiza, pero la presencia cercana de los progenitores avala el acercamiento.


Los niños emocionados le cuentan a Papá Noel lo buenos o malos que han sido, mientras el niño mira más de cerca a Papá Noel, y su cerebro empieza a conjeturar con el bigote y la barba postiza, pero el caramelo que le da el hombre de rojo parece frenar las hipótesis de conspiración en el niño.


Y como no, semejante momento debe ser inmortalizado, la madre se acerca y realizando un magnífico zoom con el brazo fotografía ese momento que perdurará el album de fotos familiar (digital seguramente), y que para vergüenza del niño con el tiempo contemplará al hombre del bigote y barba postiza que su mente de niño ya intuía.


Los supermercados también se llenan y realizar la compra (aunque sea de una triste barra de pan) se convierte en una larga cola de espera, mientras para desgracia de uno, suenan villancicos una y otra vez por el hilo musical, que quieres merluza, andeee, andeeee, andeeee, la marimorena…, que quieres capón, campana sobre campaaannaaa…, que quieres un buen vino, pero mira como beeebben, los peces en el ríiiio… una auténtica tortura para un anti-navideño, o mejor, para alguien que no le gusta como la mayoría de la gente disfruta de unas navidades asentadas en valores de hipocresía y de dinero como emoción de cambio.


Lo que más me gustaba de niño, lo que más me gusta ahora y lo que más me gustará de las navidades son los escaparates de las jugueterías, poder pegar tu nariz al cristal para contemplar las cajas de brillantes colores con los últimos juegos y soñar por un momento que son tuyos y lo que harías con ellos, es una sensación que me trae grandes recuerdos. Aunque sólo sea por eso, que siga la Navidad.


2 comentarios:

  1. La Navidad realmente es para los niños y por ellos se hace cualquier cosa aunque es verdad que lo que ven sus ojos son regalos, regalos y más regalos.
    No les enseñamos mucho de solidaridad, de amor, de bondad.... eso debe quedar para el resto del año (¿o no?)

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  2. Admito pulpo como animal de compañía, pero solidaridad, amor y bondad no es lo que deberíamos enseñar en navidades?

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