martes, 15 de febrero de 2011

Adiós, tío Jesús



El domingo nos dijo adiós mi tío Jesús de Anguiano, se marchó como era él, sin hacer ruido, sin dar mal, sin darse importancia, él era así, sencillo y nada problemático, siempre dispuesto y nunca pidiendo nada, Jesús Moreno era así. Mi recuerdo de Juanelo, como le gustaba llamarle cariñosamente a mi padre (jamás entendí muy bien lo de Juan llamándose Jesús, pero bueno, cosas de padre) son los recuerdos de Anguiano, siempre junto a mi tía Maura, una mujer de carácter e inquieta que apagaba en cierta forma a la figura de mi tío, me encantaba su sonrisa socarrona que le provocaba con mis gracias y chistes, era difícil verle gesticular su cara curtida por el trabajo en el monte y el campo, pero cuando le hacía reir la arrugaba un poco, juntando todas sus arrugas en colección y de su boca salía una risa profunda y hueca, seguidas de unos "oi, oi, oi" que le hacían único.

Siempre tenía un cierto aspecto cansado que no le impedía hacer cosas, su cuerpo enjuto le acompañó de joven, de hombre y de mayor, su cinto casi le daba varias vueltas y nunca fue hombre de gran comer, él era de cartilla de racionamiento permanente; andarín incansable, jamás tuvo coche, ni lo necesitó, para ir a la venta o a sus manzanos que distan varios kilómetros de Anguiano, sus piernas le bastaron, tanto en ida como en vuelta, la carretera da buena cuenta de ello, jamás pidió que nadie le bajase con el coche, madrugar y sus piernas le bastaban; trabajó de callada manera y vivió sin dar mal, lo que hacía parecía que nunca era importante, pero alguien lo tenía que hacer; fumó Ducados durante toda su vida, como tantos otros, pero cuando le dijeron que lo dejara, ni esfuerzo le costó, ni la nicotina le podía enganchar, era duro, era de pueblo en el sentido más íntegro de la palabra, sabía sufrir igual que había sabido vivir.

Nunca fue hombre de grandes conversaciones, ni de tratar temas filosóficos, casi, ni de temas, fue gran entendido de sus silencios que ahora me deja en recuerdo junto con sus besos en su dura mejilla de piel curtida y barba de un día de pelos blancos como alfileres. Adiós, tío Jesús.

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