jueves, 17 de febrero de 2011

Atarnocher de invierno



Atarnocher: dícese de ese momento del día en que la tarde es más "e" que "t" y en el que la noche es más "n" que "e". Aplícase al instante mágico en el que en segundos los degradados grises ocultan a los azules, las sombras comienzan a desaparecer o a crecer más negras y donde las siluetas se marcan más que nunca, gran horror para los que somos de perfil engañoso y el sol juega con nosotros.


No confundir con atardecer, que es cuando la tarde comienza a concluir, pero negándose a dejar entrar la noche. Véase la imagen superior.


No confundir con anochecer, resurgir de lo negro y lo nocturno con renovada fuerza de oscuras intenciones. Véase la imagen superior.


Es en estos momentos cuando los árboles se enfilan hacia arriba, desnudos de pasado, raquíticos de verde pero orgullosos, y se muestran en lo alto de la misma forma que se muestran dentro de la tierra, se convierten en raíces que pugnan por el cielo al igual que en su base lo hacen por su sustento.


Es al atarnocher cuando se vuelven importantes y cobran la belleza que el día les roba mostrando sus maderas desnudas y sus desoladas ramas.


En cuanto entra la noche sus ramas estiradas parecen filamentos de bombillas viejas de 20 vatios, que más que iluminar, se queman por dentro.


Al atarnocher, la ciudad todavía tiene presencia, todavía recuerda lo que fue horas antes.


Al anochecer, la ciudad es una sombra de lo que fue.

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