viernes, 22 de julio de 2011

Anguiano y su danza en 6 tiempos



Este año la paternidad nos impide ir a fiestas de Anguiano, y entre trabajo e imprevistos ya van dos años que no vamos para julio, pero no por eso quiero dejar de acordarme de sus fiestas y de su rito de la danza y la bajada de la cuesta con zancos, todo un rito preciso, sencillo y arcaico, entre el hombre y el más difícil todavía, entre la religión y la fiesta, una danza que te lleva al túnel del tiempo y que te hace reencontrarte con tus antepasados, una danza que se fragua en seis tiempos:

Primer tiempo: Concentración y cuerdas
Mientras en la iglesia se realiza la misa, fuera se inicia el rito de los danzadores de acabar de vestirse con sus chalecos multicolores de la Rioja y sus faldas amarillas. Sentados sobre los muretes del atrio de la iglesia, en una esquina, en su esquina, toman posiciones, los danzadores con los que les ayudan a atarse los zancos. Es el turno de antiguos danzadores, nadie mejor que ellos sabe anudar y colocar las almohadillas en la rodilla y atar las cuerdas de esparto con la presión precisa sobre los recién salidos zancos de haya de la carpintería artesana. Atan y estiran la cuerda con unas manos gruesas y curtidas, su pleno esfuerzo contrasta con la cara del danzador entre tranquila y concentrada, cara que varía mucho entre veteranos y primerizos. Acaba la misa y sale la gente apresuradamente y mientras acaban de santiguarse se colocan, algunos en el atrio y otros tomando posiciones en la cuesta. A un toque preciso, los danzadores se levantan y se colocan de pié frente a la puerta de la iglesia y realizan algunas pruebas para comprobar como llevan los zancos, al toque de una nota de dulzaina todos toman sus posiciones y se concentran, perfectamente ordenados esperan el ritmo de la música que acompañan levantando las piernas y sus zancos hacia atrás y acompasando las castañuelas de sus manos al ritmo popular, cuyos ecos todavía perduran de años en años.


Segundo tiempo: La escalera y a lo que caiga
A un compás de la música sale el primero del grupo, girando sobre sí mismo, y buscando la salida del atrio que acaba en unas escaleras que ganan la altura de la calle. El danzador se concentra en tomar la dirección, el cómo caigan los zancos en las escaleras es cuestión de suerte, si pisan bien la bajada es espectacular y al recepcionar su cuerpo sobre la gente, el aplauso espontáneo casi apaga la música, si pisa entre dos escaleras lo más probable es que pierda el equilibrio y la gente salte en su ayuda para evitar una caída desde esa altura. Para los danzadores es lo más difícil de la danza, dependen de la suerte para ejecutar bien esta suerte.


Tercer tiempo: cuesta abajo
Al acabar las escaleras y avanzar unos veinte pasos, comienza la cuesta que va en dirección a la plaza, su suelo todo de piedras de río, del tamaño de peras, romas y redondeadas, una junto a otra sin un dibujo específico y encementadas al suelo. Esta alfombra de piedras da un firme a la cuesta irregular e impreciso, hasta bajar andando con un calzado normal se hace difícil, bajar corriendo te medio garantiza un buen tortazo. Pero los danzadores se colocan y siguen bailando al ritmo de la música, mientras la gente que ha estado viendo la bajada de las escaleras sigue descendiendo y colocándose sobre la calle el primer danzador inicia sus giros y se lanza en dirección a la plaza, todos se apartan a su paso, al ritmo de la música baja la cuesta, cuando llega abajo, se lanza el siguiente.


Cuarto tiempo: mantener la recta
Bajar dando vueltas e intentar mantener una línea recta no es fácil, con zancos menos, con zancos y en una cuesta empedrada casi imposible. Los danzadores se tiran con la mirada fija en un punto, intentando rectificar si en la vuelta siguiente pierden el norte, sus compañeros que suben después de haber bajado se apartan dejando paso al compañero, mientras la música de dulzainas y tamboriles va descendiendo en pequeños pasos haciendo la cuesta cada vez más corta, detrás de los músicos, las fuerzas vivas del pueblo y la gente que mira desde arriba como bajan los danzadores.


Quinto tiempo: ya casi llego
Los metros finales se hacen duros, unos bajan a ritmo acompasado con la música, marcando los tiempos con sus castañuelas, mientras la falda amarilla se acampana ayudando a mantener el equilibrio de alguna forma desconocida, otros bajan a toda velocidad, a lo que les da su cuerpo, giran y giran lo más rápido que pueden, acelerando sus cuerpos en los metros finales como si fueran peonzas, la gente de los laterales aplaude o ayuda si el danzador se va hacia las paredes, recibiendo en muchos casos un buen golpe de zanco que les acompañará durante parte de julio y agosto con un buen moratón.


Sexto tiempo: al final me tiro
Si todo ha ido bien, el final se acerca, después de muchos metros girando sobre sí mismos, se llega al final de la plaza, donde la gente (y en este caso yo con la cámara) los recogemos en un movimiento en el que los danzadores levantan los brazos dejándose coger por la gente y cesando sus giros. No es lo mismo, por tanto, la llegada de alguien que baja al ritmo que la de alguien que baja a toda velocidad, es este sitio sólo recomendable para gente que sepa recibir golpes o que sienta muy dentro la fiesta. Una vez recepcionado y con el eco del aplauso de la gente, vuelta a subir y a empezar de nuevo.


Suben y bajan hasta que los músicos acortan tanto la cuesta que ya no hay espacio y por un día más de un año más la tradición se perpetúa, en el ambiente muchos años de historia, muchos años de tradición, muchos danzadores que dejaron grandes momentos o alguna herida en una mala caída, no es fácil bajar una cuesta donde no se puede ensayar nunca, el que la baja por primera vez lo hace a suerte o verdad, como tantos lo hicieron antes, pero una vez que acaban las fiestas está deseando volver a repetir en las fiestas de Gracias en septiembre o al año siguiente.

Felices fiestas Anguiano. Felices fiestas familia.

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