viernes, 29 de julio de 2011

Vida de camino al trabajo



Suelo madrugar bastante, después de leer, bucear en la historia del XIX y escribir mis cosas para este blog, toca prepararse para ir a currar. Antes, con el coche, entrabas en una carrera de autos locos, algunos todavía dormidos al volante no identificaban bien si iban a derecha o izquierda, y ninguna de estas maniobras entendían que precisaba del uso del intermitente; otros con prisa en las venas se lo tomaban como una carrera en la que la posición en la que llegas a un semáforo es lo importante.

Por contra, ahora con la bici, no piso el asfalto, y desde casa me acompaña el río Gállego, antes de llegar no es raro que algún conejo, un poco dormido todavía, cruce por el camino corriendo, unos conejos preciosos, un poco pardos y con una cola en forma de ardilla.


Al cruzar el puente sobre el Gállego, los patos son los dueños del río, viajan en competiciones "pateras" de un lado a otro con algún pato que lleva el "cuac" cantante. Dejan las marcas de sus giros sobre el río en el que se refleja el cielo de la mañana. Los pájaros, de fondo, ponen la banda sonora a la mañana y alguno suicida pasa por delante de la bicicleta como diciendo: "mira como te esquivo".


Al otro lado del río el puente de Montañana, sobre el Gállego, sus aguas transparentes, ahora, reflejan todo lo que tienen en su interior, pero por desgracia no se ven muchos peces, por no decir ninguno. Algún pájaro realiza vuelos de orilla a orilla, cruzándose con otros, en viajes que parecen tener una colisión inminente.

Después sigo por el camino en el que río me acompaña todo el viaje hasta llegar al Ebro, por la vereda en la que voy con la bici, gatos y picarazas, pasan con disimulo mañanero, contemplando a los que a esas horas tan tempranas, recorremos su hábitat natural.


Al llegar al Ebro, los patos y garzas se juntan en bloques, camuflándose en las muchas isletas que forma el río, puntos negros sobre un gris plata. Cruzando el puente, cada vez te encuentras con más gente, perros que llevan a señores, madres que hacen footing en cámara lenta y abuelos madrugadores que uniformados con pantalón corto y camisa corta por dentro, enfajada en un cinto de colores y sobre la que se marca la camiseta de tirantes blanca, inician su paseo mañanero.

Por la orilla del otro lado del Ebro, por desgracia te puedes cruzar con alguna rata, pero hasta éstas, se muestran limpias y lozanas. Debajo de algún puente, los mendigos duermen todavía entre mugre y simulacros de camas, a dos pasos, un grupo de madres amigas, con sus mejores ropas deportivas, se disponen a dar sus clases de natación en el Alberto Maestro. Ya sólo me queda cruzar el parque Bruil para llegar al trabajo y los pájaros vuelven de nuevo a poner la banda sonora, a un camino en el que la vida se te cruza y te hace sentir más vivo.

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