jueves, 8 de septiembre de 2011

De gentes y cosas de Llanes



Cuando paseas por las calles de Llanes y si mantienes los ojos abiertos con disimulo se ven cosas que que no ves todos los días en tu ciudad, en una pequeña calle y sin apenas visibilidad sobresale a la calle una puerta de una casa que intenta ser tienda de anticuario, sobre la pared cubos de metal, una rueda de carro y un depóstito metálico de agua.


Dentro, en lo que sería el salón de casa de todo, algunas cosas imperdibles, como la cabeza con barba postiza y gafas negras, o la otra cabeza con el fez rojo sobre una cabeza que reposa en una bandeja como la de Sansón por Dalila, al fondo sobre otro cubo una percha en "S" y sobre banquetas, mesillas, balanzas y algún almirez. Con tanto orden y pulcritud, dudas si se venden o si las han amontonado para hacer limpieza.


Fuera las maletas y el depósito marcan el camino del tiempo pasado.


Y como no podía ser de otra forma el cabecero de la cama en la calle, que ya es hora de levantarse.


Callejones estrechos en verticales angostas, abren caminos de olores conocidos de domingo por la mañana, laberintos sin salida…


…o con salida al mar, que acaban en una puerta, ahora me siento ratón, se que fuera me puede esperar un gato.


Desde la balconada una paisana erigida en alcaldesa contempla el paso de las gentes, sobre la bandera llanisca de San Roque, como si fuera un capote y esperara al toro desde las alturas. Desde abajo le pido dos orejas y el resto me lo callo.


En cuántas ciudades habrá existido una Pensión Iberia, cuánta gente habrá pasado por sus puertas, algunas ya sin cristales, y habrá soñado con volver. Curioso el nombre de "Pensión", ahora no usado, ahora ya nadie cuida a nadie, ya nadie pasa a cobrar los lunes por la mañana por las habitaciones, ya nadie conoce a la familia de nadie, ya nadie esta interno de nadie.


Hay una peluquería en Llanes que está en una cápsula del tiempo, no se cuanto durará, ya que como tantas cosas, llegas un día y por desgracia ha desaparecido, espero que tarde lo más posible. Todo está como en los años 60, y si no fuera por alguna maquinilla que detecta el presente, sería entrar en el tunel del tiempo.


Antes, ver un cartel de estos en Llanes era difícil, ahora los "se vende" afloran por ventanas y balcones, haciendo competencia a negocios que pelean el día a día, pero la gente pasa y nadie se fija, nadie lleva tanto dinero en el bolsillo.


Fue el primer paseo por Llanes de June y la verdad que nos hizo un gran día, con mucho sol y poco llanto.


Camisetas tuneadas de yutuv con vestidos y gafas de agua en la tienda del Siglo, un referente.


Las fuerzas vivas y jóvenes de Llanes se aposentan en unos bancos que les han apostado en el remodelado puente sobre el pueblo, allí en primera fila observan, marcan, critican, apuntan, se duermen, y hablan y hablan hasta que el sol les echa de sus butacas.


Por la calle dos raperos de Moviestar amenizan lo amenizado con canciones sin sentido y que nada tienen que ver con la publicidad, por detrás unas azafatas reparten folletos, mientras los versos de rima redundante envuelven la calle. La gente perpleja, la rentabilidad de esta acción publicitaria más.


Las tiendas en la calle sacan sus colores a paredes y puertas, y mientras en el interior, vacío de gentes, la dependienta dueña, dormita pensando cómo podría ser su vida mejor.


Entre el río y el mar, los bares y restaurantes, El Campanu con sus buenos pescados y la gente en las terrazas en un montaje fotográfico abrupto y roto.


En Casa Canene, a pesar de la temprana hora la gente ya está dispuesta a cenar, este año, que yo sepa, han sacado unas mesas fuera para ganar espacio a su corto interior, malo será para los que en hora punta paseen por la calle y vean a los que sentados, dan cuenta de un buen plato de fabes como ahí solamente hacen.


Un poco más adelante la sidería La Carbonería, con sus maquinitas escanciadoras para la sidra, fenomenal para los que no queremos desperdiciar la sidra por el suelo, lástima de su jefe y el trato que da a sus empleados. Lástima.


Justo al lado la Sidrería La Casona, inclinada cuesta para abajo, siempre con gente y con camareros que por suerte levantan el brazo y escancian la sidra a la altura que debe ser.


Andando y perdiéndote entre calles, a veces sientes que entras en un escenario de Berlanga, y que muy pronto generales y capitanes abrirán paso por la calle al sonido de tambores y trompetas.


Y luego dirán que no se puede reciclar, un cubo para cada cosa, o ¿tal vez no?


Sobre las paredes de la Basílica, que así es la iglesia de Llanes, sus mantones de flores de colores, malvas y verde-rosas, iluminan una plaza de color, mientras los pájaros se meten dentro en su nido beatificado de amor.


De paso ver la exposición de Margarita Alonso Sáiz "Agua en el agua", en la planta baja de la Casa de la Cultura de Llanes, los ríos que surgen de las tablas se funden en azules verdosos de infinitas tonalidades. Un rato de descanso en el camino no viene mal.


Para acabar el mar, como siempre tranquilo y paciente al final del camino, el día se acaba, la tarde se acorta y alguien comienza a bajar la luz. La paz reina y el mar me calma.


En frente un parque infantil donde los niños saltan, gritan y berrean, aunque los que más lo hacen son los padres desde fuera con proclamas de cuidados y tranquilidad para sus hijos.


Y ya para cuando nos marchamos dejamos los ecos de un concierto de Los Berrones sobre las murallas de Llanes, un concierto acabado en "u", muy asturianu.


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