miércoles, 18 de enero de 2012

El dragón que sigue amansando a la fiera



No hay cosa que más me divierta desde siempre que comprobar el efecto que causa en los niños el ponerse a dibujar con ellos, enfrentarlos a una cartulina en blanco, pertrecharlos de pinturas y rotuladores, abrir un hueco en la mesa y dejar volar la imaginación junto a ellos. Ya lo viví en otro post anterior, pero la historia se sigue repitiendo cada vez que mi sobrino Daniel viene a casa.


A mi sobrino Daniel le encantan los dragones y los dinosaurios, y siempre que me ve, desde el primer día que dibujamos juntos, ya me está pidiendo que hagamos uno. Daniel es movido por naturaleza, genética paterna en demasía por parte de mi hermano, corre, salta, vuelve a correr, salta, se desmorra, llora, se le cura, vuelve a correr, salta de nuevo,… y así eternamente.


Cuando nos ponemos juntos a dibujar siempre me pide un dragón muuuy graaaande, y me indica con sus manos de niño las proporciones bíblicas que debe de tener, —"y con la boca abierta"— me apunta, desde que le dibujé uno que abría su mandíbula a más no poder. Con el rotulador directamente le comienzo a crear algo que ni yo mismo sé como acabará, voy improvisando con sus acotaciones, —"que lleve pistola"—, e improviso conforme los rotuladores se van gastando.


Mientras yo voy por un lado, Daniel va por otro, colocando los colores que más le gustan, le gusta que tenga de muchos, usar todas las pinturas y rotuladores, aniquilarlos sobre el dibujo. Poco a poco va surgiendo algo que no existía del papel en blanco y su media sonrisa pasa a ser de tres cuartos, es entonces cuando me dice —"¿pero no es tan grande? yo lo quería enooooorme"—, uno no sabe bien donde meterse, pienso que debería de haber tomado la cartulina verticalmente, pero el dragón, precisamente pequeño no es, opto por dibujarle un guerrero subido a una montaña para que entienda mejor la proporción, que junto a otro al lado del árbol unimanzánico parece que convencen a mi pareja artística.


Al final una tarde deliciosa con un niño que por una hora dejó de correr, saltar, caerse y desmorrarse, y fue feliz dibujando conmigo y llevándose a casa como el mejor de los trofeos el dibujo del dragón que consiguió amansarle.

2 comentarios:

  1. Es increible cómo le gusta dibujar con su tío, da gusto verlos a los dos juntos. Me encanta!!!!

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  2. Lo difícil es saber cual de los dos se lo pasa mejor.

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