lunes, 30 de enero de 2012

San Valero, tartamudo y ventolero



San Valero es el patrón de Zaragoza, y hoy su día, fue un santo nacido en la Caesarugusta romana en el siglo III d.C., de su vida se conoce bien poco, entre otras cosas que fue obispo de Zaragoza, tartamudo y muy longevo, y los pocos datos los sabemos a través de Prudencio que fue su biógrafo.  Prudencio era de origen calagurritano o caesaragustano a concretar, nació unos años después de la muerte del obispo Valero, y en su retiro en Hispania, tras haber sido prefecto de Teodosio y convertirse al cristanismo se dedicó a la poesía religiosa, así entre estrofas y métricas horacianas narró las andanzas de los mártires de Caesaraugusta, narrando el martirio de Santa Engracia y de San Valero, entre otros tantos mártires y santas musas de la ciudad tras los dos horribles años del paso de Daciano por Hispania que dejó un camino de sangre y santos a su paso.


Participó en el Concilium Eliberritanum o Concilio de Elvira, cerca de la actual Granada, en el que fue el primer concilio de esa zona, sin fecha exacta, en los comienzos del siglo IV d.C., allí se reunieron 19 obispos y 28 presbíteros durante varios años por iniciativa de Osio de Córdoba y fue un concilio que presidió el obispo Félix por ser el más veterano. San Valero participó y debatió sobre el celibato, la prohibición del matrimonio y relaciones sexuales entre cristianos con judíos, herejes o paganos, las vírgenes consagradas, la usura y las vigilias entre otros muchos temas eclesiásticos, todo quedó plasmado en diferentes cánones que se siguieron aumentando en los años siguientes.



Ya de vuelta a su ciudad, le tocó sufrir durante su episcopado la gran persecución del emperador Diocleciano, que dio comienzo en el 303 a los más sangrientos martirios hacia los cristianos. Junto con Galerio y Constancio promulgaron unos edictos aboliendo los derechos de los cristianos y obligándoles a cumplir con los sacrificios a los dioses. Los funcionarios locales dieron rienda suelta a sus desmanes, Maximiano la aplicó con firmeza en Hispania, los cristianos fueron perseguidos y a duras penas se escondían en cementerios y a las afueras de la ciudad para predicar su evangelio, en tiempos llenos de delaciones y venganzas, fueron dos años de persecución que finalizaron con la abdicación de Diocleciano y Maximiano, convirtiendo a Contancio en Augusto.


En aquellos años, en Hispania fue comisionado el prefecto Publio Daciano, que nada más llegar a Barcelona ordenó el martirio de San Cucufate y San Félix, llamado el Africano, en los mees de verano. Su rastro continuó en octubre en Gerona con el obispo Poncio y San Narciso, continuando de nuevo en Barcelona con el obispo Severo. Les siguieron San Víctor, Santa Aquilina y Santa Eulalia. En febrero del 305 encaminó la calzada hacia el centro de Hispania, parando en Caesaraugusta donde martirizó a Santa Engracia y a sus 18 compañeras.



Desde allí siguió hacia Complutum por la Cartaginense, dejando un reguero de sangre y martirios, quemando libros religiosos y obligando a ofrecer sacrificios a los dioses para no morir, que seguiría por casi toda Hispania durante dos años. Detuvo a San Valero como obispo de Zaragoza y le aplicó todo su rigor y principalmente a su diácono San Vicente, el mártir, ambos fueron trasladados a Valencia, cargados de cadenas, San Valero fue desterrado, se salvó gracias a su tartamudez, su dificultad de palabra se la suplía su amigo y compañero San Vicente, que era el que hablaba por boca de su obispo predicando la nueva fe a sus vecinos. San Vicente, en contra, fue condenado a morir el 22 de enero del año 306, fue torturado salvajemente, azotado, crucificado y maltratado atrozmente mientras convertía al crisitianismo a su verdugo, después su cuerpo fue lanzado a las aguas del mar de Valencia junto a una muela de molino agarrada a su cuello.


Murió San Valero en el año 315 d.C., el mismo año en el que se construía el Arco de Triunfo en Constantino, en Roma, entre el Coliseo romano y la colina del Palatino, tras la derrota de Majencio en las batallas de Saxa y Rubra. El ejército romano se había convertido oficialmente al cristianismo. El cristianismo por fin era libre, pero muchos no vivieron para contarlo.


Alfonso I el batallador, más de 700 años después, conquistó Zaragoza y casado con doña Urraca, y proclamándose "emperador de España" tras gobernar la zona de León, Castilla, Toledo, Navarra y Aragón mandó que los huesos del santo regresaran a Zaragoza desde Roda de Isábena donde se habían descubierto tras fallecer en su exilio, pero no lo logró, fue Alfonso II, el casto, el que en 1170 consiguió traer a la ciudad las reliquias del santo, que llegando por partes, reposan en la capilla barroca de la Catedral de San Salvador. San Valero quedó como patrono de la ciudad como así lo hizo San Vicente en la de Valencia.


Feliz día para la ciudad en un día tartamudo y ventolero, y para los más golosos rosconero, justa tradición pagana para endulzar un día en el que se recuerda el martirio y el dolor.

2 comentarios:

  1. David, obrigado pela oportunidade de conhecer o padroeiro de Zaragoza. Muito informativo e completo seu texto.
    Paulo Bettanin.

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  2. Gracias a ti, Paulo, por estar siempre ahí.

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