jueves, 3 de mayo de 2012

El entierro de mi abuela Melchora I



Mi abuela Melchora falleció un dos de mayo de 1957, apenas tenía 61 años y yo todavía no había nacido, ni siquiera mi padre había conocido a mi madre todavía. Aquel abril lluvioso en Anguiano poco ayudó a mi débil abuela, que aún no siendo tan mayor, la vida le pasaba factura por tanto trabajo realizado, las subidas de azúcar y la tensión le provocaban desvanecimientos, y largos periodos de reposo, hasta que un día su cuerpo parecía que ya no aguantaba más, estaba muy grave y rápidamente mandaron a avisar a mi padre que era el único que estaba fuera de Anguiano junto a su hermana Lorenza que hacía poco se había ido de emigrante a Argentina.


Mi padre cuenta que era una mujer que no paraba nunca, callada y cómoda en el segundo plano, iba de un lado a otro haciendo cosas y sin darse protagonismo. Tuvo siete hijos, uno de ellos le vivió muy poquito, apenas llegó a meses de vida, era el más pequeño, y cedió ese trono a mi padre que se convirtió en el menor de tres hermanos varones y dos hermanas, en una casa donde para ganarse la comida tuvieron que empezar a trabajar desde muy niños. Valentín, mi abuelo y el marido de Melchora, junto a su hija Maura cuidaron a mi abuela que se había quedado en la cama y le faltaba el aliento por momentos. Todos esperaban el fatal desenlace y su única esperanza es que mi padre llegase a verla con vida.

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