martes, 11 de septiembre de 2012

Latidos de corazón



La habitación del hospital engañaba, por momentos parecía un salón de casa del que habían sacado todos los muebles y los habían reemplazado por una cama articulada, una mesilla funcional, un soporte de gotero, un sofá auxiliar y muchos enchufes repartidos por la pared. Sobre la cama mi padre descansaba, a pocas horas de bajar una vez más al quirófano, dormía con placidez, sus labios se movían al compás de sus soplidos, y su tranquilidad contrastaba con el nerviosismo de todos sus cercanos. Era primeros de julio y su corazón latía tan relajado que sus pulsaciones eran muy bajas, los médicos habían decidido implantarle un marcapasos para darle un poco más de ritmo a sus latidos.


Miraba sus manos, afinadas pero trabajadas, que se trenzaban entre sus nudillos con una piel que delata su edad, tan sólo si se mira de cerca, la misma piel a la que de niño me agarraba en caricias de ternura hacia un padre al que siempre vi trabajar sin parar. Eran las mismas manos que desde muy niño se acostumbraron a trabajar duro, a manejar mallos, viergos y guadañas.


Le miraba allí, descansando, sin miedo a lo que venía, y le envidiaba, de la misma manera que me había acostumbrado a quererlo conforme sus años aumentaban y los míos también, lejos ya de mi revolucionario y anárquico carácter de juventud. En el último año había sentido a mi padre vulnerable, el hombre que jamás había pisado un médico, ahora se veía de hospital en hospital bien por la prótesis de hombro, bien por la prótesis de cadera, bien por un corazón lento pero fuerte como nos encontrábamos ahora. Ni el mismo se lo creía, pero aguantaba como buen enfermo sin quejarse y pidiendo poco.


Al poco vinieron a buscarlo para llevarlo al quirófano, se despertó levemente y con la misma tranquilidad que le había proporcionado su sueño matutino, marchó por los pasillos camino hacia las batas verdes y las luces blancas de un quirófano. En poco más de una hora volvía con una nueva batalla ganada y con unos latidos de corazón que sabían a vida, a una nueva vida.

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