martes, 18 de septiembre de 2012

Sandra, felicidades al cubo



Hoy es el cumpleaños de Sandra y como regalo me guardaba este momento mítico que vivimos este año en las playas de Asturias. Todo comenzó con ese deseo que tenemos los adultos cuando estamos en la playa y tenemos cerca un cubo, una pala y un rastrillo de un niño pequeño, a la mínima en que el infante se descuida, ramplamos con los materiales de construcción y nos ponemos a hacer torres de castillos arenosas sin parar sobre la arena de la playa, eso es lo que intentó hacer Sandra. Mientras dos mujeres enfocaban sus cuerpos a los rayos de sol cubiertas por cremas brillantes, Sandra alisó el terreno de los cimientos y con arena y agua de mar, que fue a buscar de propio, se dispuso a hacernos un ejemplo de cómo se hace la torre de un castillo efímero.


Con un movimiento certero giró el cubo y lo clavó sobre la arena, parecía que lo peor había pasado, la arena embarrada no había salido disparada de un lado para otro y los socorristas permanecían tranquilos. Segura de sí misma le atizó al rojizo cubo unos golpes laterales, ¡zas, zas! y unos golpes superiores ¡zas, zas!, para continuar con otros retrolaterales ¡zas, zas! y un suspiro de seguridad salió desde lo más profundo.


Ahora procedió a girar levemente el cubo desde su área de circunferencia, lo giraba en arcos de cinco minutos, se notaba que sabía lo que hacía, ese retorno a su infancia cúbica le guardaba gratos recuerdos. Aun así procedió a hacer arcos más amplios, pasó del arco de los cinco a los diez minutos, llegando casi hasta rotación de quince minutos. Las señoras que estaban tomando el sol atendían con atención la maniobra, no era para menos, las gaviotas aminoraban el vuelo para poder ver la escena a la perfección, no era para menos, los socorristas habían ondeado la bandera roja para no perder detalle de la escena, no era para menos. Ahora venía el gran momento de levantar el cubo.


Lentamente procedió a subir el cubo, con cuidado y cariño, Sandra sonreía segura de sí misma mientras realizaba la operación de izado, pero cuando el cubo ya levantaba unos cuantos centímetros de la arena parecía que de debajo no salía nada. Comenzaron los primeros momentos de tensión, las mujeres que tostaban sus cuerpos, habían estirado tanto los ojos para ver la escena que tuvieron que recogerlos de la arena todo sucios, alguna gaviota había chocado contra una roca por el despiste y uno de los socorristas se había caído de su atalaya para poder ver lo que nadie vio. Sandra empezó a agitar el cubo con energía, la alegría se tornó desesperación, sacó la torre del área de construcción y lo agitó con rabia, pero de allí nada salía.


Su fama de constructora de torres de arena se había venido abajo, pero no su orgullo, le dio la vuelta al cubo y pertrechada con la pala de precisión, procedió a abrir un poco los bordes, para facilitar su extracción, los primeros abucheos se oían en la playa mezclados con conversaciones familiares de a qué hora te has levantado y qué tal tu familia. Sandra intentó hacer lo más rápido posible esta acción, se notaba la tensión, y el miedo al fracaso estaba en el ambiente, pero ella estaba segura de que lo iba a lograr, tomó fuerza y le volvió a dar una vuelta al cubo de forma enérgica.


Y la obra por fin salió, y salió como salió. Sandra se puso en pie para contemplarla, pero era imposible defender que eso (por llamarle de algún modo) era una torre de un castillo de arena, por un momento le dieron ganas de coger una de las mitades y ponerla encima de la otra, pero la derrota ya era suficiente como para alargarla más. En la playa se hizo un silencio, a nadie le gusta mofarse de las derrotas de los demás, la pena es que el silencio tan sólo duró un segundo y tras él, la gente comenzó a partirse de risa.


Pero para Sandra esa derrota no había sido más que el acicate para seguir peleando con más fuerza todavía. Las viejas que tomaban el sol ya se habían marchado aburridas y con las venas fuera de tanto cortárselas, las gaviotas habían partido camino al nuevo mundo y los socorristas ya habían sido sustituidos de su jornada de 24 horas, el sol se había cambiado de sitio y la marea había subido y bajado un par de veces, pero Sandra ahí seguía, convencida de que ahora lo lograría.


Pero por desgracia, una y otra vez la realidad la devolvía a un mundo en el que se demostraba que ella no había nacido para la construcción. Así transcurrió aquel día de playa, entre risas y más risas que estiran un corazón para poder desearte lo mejor en éste que es tu día. Se te quiere, y mucho. Felicidades al cubo, Sandra.

2 comentarios:

  1. Muchas felicidades, constructora de castillos en el aire.
    Perdón, eran de arena????

    Lo dicho, lo pasamos genial contigo y sigue así guapetona!!!!
    FELICIDADES

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