jueves, 14 de marzo de 2013

Postales de abuela



Tal día como hoy la abuela Matilde habría cumplido 105 años, y como siempre su recuerdo sigue en mi corazoncito muy vivo. Me hubiera gustado tanto que el tiempo no se la hubiera llevado y que así pudiera haber conocido a June y a la que viene en camino, para que pudiera disfrutarlas y recordar a su nieta de pequeña. Rescato en su recuerdo aquellos momentos que vivíamos de pequeños cuando en mitad del veraneo en la playa escribíamos una postal repleta de bañistas y color a nuestros abuelos.


Siempre comenzábamos con un "Querida abuela:", con esa letra tan redondita y acompasada que nos granjeaba tan buenas notas en dictado y ortografía. Todo consistía en intentar poner en trece o catorce líneas todo lo que nos estaba pasando aquel verano, uno no sabía si hablar de helados, de cangrejos capturados en las rocas o de las olas de un mar que eran más bien escasas.


Ana del Mar, su nieta, lo tenía bien claro y así le decía:
Querida abuela:
Supongo que ya te habrá dicho mamá que estoy en Alcoceber, pero yo te voy a contar más cosas, me lo estoy pasando muy bien, me estoy poniendo muy morena y hace unos días espléndidos. Bueno abuela ya no sé que contar aquí me despido con un beso.
Ana del Mar.
Hay varias cosas muy graciosas, la primera que le explique a su abuela que es ella la que está en Alcoceber, como si ella con pocos años tuviera ya una vida independiente, y la segunda, que le quiera contar un montón de cosas, para después de pocas palabras confesar, que ya no sabe más que contar.


Y así acababa la postal, un poco más larga que cualquier tweet de los de ahora, con una nieta recordando a su abuela que estaba en el pueblo y a la que veía desayunando en su pequeña cocina o masticando pequeños trocitos de pan que troceaba con sus dedos gastados. Ya sólo faltaba firmar con el mayor de los besos y que sus padres compraran un sello para mandarla, pero había dos problemas: el primero que la nieta no había puesto la dirección y ya no cabía ponerla, y el segundo, consecuencia del primero, que aún poniendo un sello jamás llegaría a un destino sin dirección.


Así que aquella postal jamás se separó de Ana del Mar aquel verano en la urbanización Las Fuentes de Alcoceber, regresó a Vitoria oculta en algún lugar de una maleta repleta de bañadores con sal y toallas con todavía arena. Mientras, Matilde había seguido en su pueblo comiendo sus trozos de pan y sin saber, por no haberlo visto, ni tan siquiera lo que es el mar. Al menos ahora, aunque un poco tarde, te llega esta postal de tu nieta para felicitarte, un año más, por haberte podido conocer. Me despido con un beso y dándole al botón "Publicar" aunque una vez más te la tengo que mandar sin conocer la dirección donde estás, pero sé que esta vez te llegará.

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