viernes, 26 de abril de 2013

Carteles y mensajitos 029: Al rico biscocho



Pasaba por la calle con el coche y mientras esperaba que el coche de delante recomenzara su camino, mis ojos empezaron a parpadear inconscientemente. En el cartel de una cafetería-tetería cercana a casa de mis padres anunciaban algo que llamó poderosamente mi atención: Biscochos de …


Superada la perplejidad inicial y echando de menos la zeta, entendí que se trataba de un americanismo, pero recordé el verdadero sentido etimológico de la palabra, que venía del latín Bis Coctus, es decir, dos veces cocido, y visto así, casi está mejor escrito como biscocho que como bizcocho.

jueves, 25 de abril de 2013

Timbre 026: Y…



026/ Timbre Y: En teoría una casa con cuatro plantas, pero si miras la casa completa con lo que se ve es una letra, la Y griega. En la primera planta, un piso. En la segunda planta, un piso. En la tercera planta, un piso. Y en la cuarta planta, dos pisos, para que la I pase a ser Y.


Mientras la casa, la moldura de la puerta y las paredes se agrietan y acartonan por el paso del tiempo, todavía quedan los restos del yeso con el que empotraron el último timbre de la casa. La marca de una placa horizontal todavía se ve sobre la pared a la derecha. La casa Y sólo está esperando a que la llames por su nombre y por su timbre.

Casco viejo de Vitoria-Gasteiz

miércoles, 24 de abril de 2013

Las bicis son para el verano y el entretiempo



Después de las lluvias, de las nieves y de los ríos que no paran de crecer, llega el sol, llega el entretiempo. Aprovecho los días buenos y saco mi bici para que me lleve al mundanal ruido. Vuelve el placer de dejarse acariciar la cara en las todavía frías madrugadas que dejan entrever un sol radiante entre las ramas de los árboles que saludan con verdor a una primavera que promete llegar llena de vida.


Los caminos a la ribera del Gállego, todavía recuerdan el invierno pasado, lo verde ha dejado paso a las piedras, piedras que han arrasado con todo. El camino, precioso en otros tiempos ahora aparece desolado, como sin vida. Un camino gris en un día que empieza a enseñar toda su luz.


A la izquierda flanqueando mis pedaladas un río que se deja querer, que viene húmedo desde muy atrás, que viene con los recuerdos de la noche. Mientras los árboles dejan entrever un sol que despierta con fuerza. La humedad se nota, la paz está ahí.


A la derecha los campos sueltan vida con miles de flores rosas o violetas dependiendo del día, pero siempre me invitan a parar, a mirarlas, a dedicarles un tiempo, el tiempo que se merecen las pequeñas cosas que nos ayudan a ser un poquito más grandes.


Sobre el Ebro me encuentro lo mismo, a un lado la luz enmarcada entre puentes, con un río brillante que disimula su color con abundante agua. Al otro la ciudad que se deja iluminar, mientras las persianas suben, las cafeteras chillan y las legañas se apartan con los dedos.


Vuelvo a una ciudad a la que llegó con sol y me vuelvo con sombras, pero con la gran suerte de poder disfrutar el paisaje que todos los días me regala mi bici y que las prisas y los coches me habían hecho negarlas casi todas las mañanas. Si puedes, no cierres los ojos.

lunes, 22 de abril de 2013

El sol que me convierte en sombra



Cada día que comienza, cada noche que me acuna, estás tú, mi sol, y yo feliz de ser tu sombra. Las mañanas se juntan con el final de las noches, con tu espalda a mi lado, con tu calor entre mis brazos, desvelados por lo que más queremos y adormecidos por un beso de amor. Cuando tus ojos se abren, con esa lentitud con la que la naturaleza hace todo lo bueno, un sol me ilumina. Cuando tu sonrisa me avisa de que estás despertando, la mía te imita y mi corazón también. A tu lado, todo parece pequeño, hasta yo, y mira que es difícil. Eres el sol que me convierte en sombra. Soy la sombra que tuvo la suerte de disfrutar de un sol. Soy la sombra que sólo existe con la luz de su sol. Felicidades mi vida. Felicidades mi sol.

viernes, 19 de abril de 2013

Del Eusko Kebab al Txistorring Tavern



En un mundo globalizado como en el que nos toca vivir, a uno, no le dejan de sorprender determinadas cosas con las que te topas en las calles. La última, este Kebab en las calles de Vitoria, el Eusko Kebab. Si uno lo piensa no es tan raro, simplemente es un negocio que se integra en su zona y me imagino que la carne de pollo y de ternera que usen para sus kebab's no creo que sea precisamente de la misma Turquía y que posiblemente sea más vasca que los productos que se puedan vender en la tienda de al lado.


Pero quitando eso, no deja de sorprender la imagen del cocinero, que bien podría ser el mismísimo Pedro Subijan, eso sí, en lugar de chuletones y pintxos, aparecen bocadillos tipo kebab y la típica carne que rota sobre el torno vertical, lo que es el Döner kebab.


Los platos y bocadillos que tienen se parecen bien poco a los platos típicos del norte, los durum, lahmacum y kebab, poco tienen que ver con los txitxikis, bacalao al pilpil, la piperrada, el marmitako, txangurro o goxuas. Aún así las patatas fritas o bravas son mucho más universales.


Después de visto lo del Eusko Kebab, no sabéis lo que daría por ir a Londres o a Irlanda y encontrarme la Txistorring Tavern, estoy convencido que tendría un buen futuro, ahí dejo la idea para cualquier emprendedor. ¡Salud! y buen provecho.

jueves, 18 de abril de 2013

La sombra del mar



Ahora que te traigo a mis recuerdos, teñidos de un negro de ojos cerrados, recuerdo tus olas, recuerdo tu arena mojando mi sombra. Ahora que te siento, mientras tu brisa juega con mis canas y el mar rompe al llegar al final de su camino. Ahora que estás aquí, me siento un poco mejor.


Sólo puedo pensar cómo estarás ahora. En silencio. Sólo con tu ruido. Sóla con tus recuerdos. Mirando al que te mira. Dejándote mirar. Acariciando a un perro que te hace cosquillas con sus carreras. Esperando que llegue la noche y la luz se apague.


Déjame verte. Déjame recordarte. Déjame viajar entre tus piedras sin cortarme, tan sólo viendo la vida que por tu corteza trepa. Déjame. Déjame. Entre olas déjame.


Aquí, enfrente de mi ordenador te traigo a mis recuerdos y aunque no te lo creas, siento mi sombra húmeda mirando el mar.

miércoles, 17 de abril de 2013

El viento a favor



Es muy temprano, pero no lo puedo evitar. Paso el dedo por la pantalla del iPhone y abro el WhatsApp.  Me pienso lo que escribir y tras pensar cómo podría dar más ánimo, tipeo:
›› Mucha fuerza
›› Muchas gracias. Ya estamos aquí. A ver si todo sale bien. Un abrazo. —recibo como contestación—
Hoy era el día clave, el día donde te lo juegas todo, era el día que sigue al de los abrazos cuando el viento sopla fuerte.


Hoy era el día en el que te cambia la vida, en este caso la de mi amigo Josema, en cierta medida la mía un poco. Después de detectar un bulto nada bueno en el pecho de su mujer Cristina María (añado lo de María pues lo he descubierto hoy gracias a su ficha médica). Hasta hoy los miedos eran libres, vagaban a su antojo entre los difícilmente reconciliables sueños. La incertidumbre te hace ver lo que no quieres ver y aunque deseas saber cuanto antes contra lo que te enfrentas, por un momento te gustaría no ser protagonista de ese día por una vez. Las puertas del quirófano se abren. Las puertas del quirófano se cierran. La próxima vez que se abran será para cambiar un futuro.


Dentro los cirujanos cortan, cosen, analizan, comprueban. Fuera se espera, se desespera, se intenta entretener a un amigo, se habla de lo humano y lo mundano, pero las piernas no paran de temblar y los gestos siempre delatan incertidumbre.  Por los pasillos las camas van y vienen con gente que se enfrenta a un reto vital, a su reto. Dentro los cirujanos cortan, cosen, analizan y no se paran a pensar en los sentimientos que hay en juego, no pueden permitírselo. Fuera todo se hace largo, las horas pasan y cada vez que una puerta se abre el corazón se encoje. Las camas y las batas verdes siguen pasando.


Después de un rato de esperas eternas, de nervios que se controlan con risas falsas y de no querer creer lo que puede ser, Josema se levanta como un resorte, la médico cirujana está en la puerta. El corazón en un puño, apenas me puedo mover de mi asiento, agudizo mi oído por intentar escuchar lo que no quiero preguntar. Las primeras palabras las puedo leer en los labios de la doctora, "todo muy bien", siento como toda la tensión se me cae de golpe que me deja casi vació. La doctora sigue, después de quitar lo malo parece que no había nada más dañado. Hemos oído lo que queríamos oír, pero las dudas no se van tan rápido. La doctora se va, y todos nos alegramos por fuera y nos desmoronamos un poco por dentro de la tensión acumulada.


El viento ha querido soplar a favor. La vida ha querido que el futuro se escriba en el mismo libro y con la misma tinta de cada día. En un segundo todo ha cambiado, a mejor, para seguir igual de bien que antes. La ciencia y el hombre, su lucha eterna por vengar a la muerte, nos tienen ahora casi llorando de alegría. Esperar a que salga ahora Cristina María en su cama es lo único que deseamos. Ahora si que el tiempo pasa muy lento. Todavía pasa más de una hora y media hasta que la podemos ver. Su sonrisa nos confirma a todos que está bien. Por fin, todo está bien.


Es la lucha de todas esas mujeres, auténticas superhéroes del día a día, que conviven palpándose sus pechos en busca de lo que no querrían encontrarse. Esas mujeres que sacan fuerzas de donde no las tienen y aplican la resiliencia de una forma innata y natural. Llorar, lloran, como todos. Luchar, luchan, como sólo ellas saben. No es cuestión de géneros, sólo es una forma diferente de ver la vida, mucho más vital, más cercana a la tierra. Heridas, pero no vencidas. Mientras el viento golpeaba fuerte, Cristina ajustaba sus velas esperando que el viento soplara a favor. Vuestra alegría es mi alegría, amigos.

Gracias Bunbury por cantar lo que nunca podría haber dicho mejor, que sople el viento, pero siempre a favor. Y si te acompaña Nacho Vegas mucho mejor.



martes, 16 de abril de 2013

Timbre 025: Enmarcados y desmarcados



025/ Fuera de marco: Sobre el marco de la puerta en un color marrón verdaderamente desagradable, y sobre capa y capa de pintura, un timbre se camufla intentando pasar desapercibido para la mayoría de la gente. Sus tornillos han casi desaparecido y el pulsador como un muñón se esconde de los dedos indiscretos. De poco le sirvió que estuviera enmarcado en su marco, de fuera llegarán y te echarán, dicen las gentes, y no les falta razón. Un día llegó un pulsador timbrado en blanco y negro, y poco importó que se desmarcara hacia un lado, fue admitido por los vecinos y por el pintor de la puerta, que tanto pulsó que dejó un punto marrón sobre el pulsador.

lunes, 15 de abril de 2013

Los topos errantes III: Teruo Nakamura



Teruo Nakamura
8/10/1919 - 15/06/1979
Fue el último soldado japonés en aparecer después de acabada la segunda guerra mundial, pero su origen taiwanes, le hizo que no disfrutara de los honores que recibieron sus otros dos compañeros anteriores. Mientras Japón había tomado Taiwan, Teruo fue obligado a ingresar en la Unidad Voluntaria Takasago del Ejército imperial japonés en 1943, que tenía muy poco de voluntaria. Lo mandaron a la isla de Moratai en Indonesia para luchar como soldado.


Al poco de llegar sufrió el ataque de los aliados en septiembre de 1944 en la Batalla de Moratai. La isla rápidamente cayó en manos de los aliados y Teruo junto con otros soldados se escondió en la selva hasta bien entrados los años 50. Vivía junto con otros soldados y otras temporadas lo hacía en solitario debido a su propio carácter y al temor a una delación. En 1956 decidió renunciar a la resistencia con el resto de otros soldados, de los que creía que lo querían matar y poco a poco se fueron entregando.


Se preparó un terreno pequeño que adecentó para su cultivo y se construyó una pequeña cabaña de no más de 30 metros cuadrados, lo cercó y allí vivió durante muchos años, sin preocuparse de si la guerra todavía seguía o no seguía.


La cabaña de Nakamura fue descubierta por un piloto en 1974 de forma accidental y se informó a Japón a sabiendas de que Teruo todavía no había aparecido. La embajada japonesa en Indonesia mandó una expedición en noviembre de 1974 y Teruo fue apresado el 18 de diciembre de 1974 por las fuerzas indonesias. Fue hospitalizado y regresó a Taiwan después de pasar por Japón, pero el hecho de que no hablara ni japonés, ni mandarín y por su etnia no tener ni nacionalidad, le hicieron pasar sin pena ni gloria a pesar de pasar 34 años escondido en la selva.


Teruo Nakamura falleció cinco años después de ser liberado de un cáncer de pulmón, después de ver como era menospreciado en la pensión que le correspondía frente a Hiroo Onoda, ya que uno era oficial y el otro un soldado raso. Gracias a la polémica de los medios de comunicación el gobierno japonés se vio obligado a darle una cifra similar a Onoda.



Los topos autóctonos I
Los topos autóctonos II
Los topos errantes I: Hiroo Onoda
Los topos errantes II: Soichi Yokoi

viernes, 12 de abril de 2013

Los topos errantes II: Soichi Yokoi



Shōichi Yokoi
Saori, 31 de marzo de 1915 - 22 de septiembre de 1997
Antes de ser reclutado por el ejército japonés en 1941, Yokoi era sastre en su localidad natal. Sirvió en la 29ª división de infantería en Manchukuo (Manchuria). Dos años después, en 1943, pasó a un regimiento destacado en las islas Marianas. Arribó a Guam, una isla del Pacífico occidental y la más grande de las islas Marianas, en febrero de 1943.


El 21 de julio los estadounidenses desembarcaron en ambos lados de la península de Orote, situada la oeste de la isla de Guam, paralelamente se sucedieron otros desembarcos en la isla. Los japoneses contrarrestaron ataques de infiltración por la noches y su teniente general Takeshi Takashima caía abatido el 28 de julio. Tras un ataque en el monte Barrigada que duró del 2 al 4 de agosto, la línea japonesa cayó y los japoneses rehusando rendirse fueron asesinados por los norteamericanos. Tan sólo diez soldados japoneses y Shoichi Yokoi lograron salvarse manteniéndose ocultos en la jungla.


De los diez soldados japoneses, siete se fueron alejando de la zona en la que se encontraban escondidos. Sólo tres y Yokoi permanencieron en la misma zona. Al pasar los años se fueron distanciando y cada uno se escondía en un sitio diferente y hasta alrededor de 1964 se iban visitando no con mucha frecuencia. Un día Yokoi se encontró a sus dos compañeros muertos, aparentemente de hambre. Desde ese momento vivió sólo en la selva.


Yokoi vivía de la caza que realizaba por las noches para no ser descubierto, en su creencia de seguir en guerra todavía. Vivía en una cueva cavada en el suelo y que cubría con hierbas. Usó plantas nativas para hacerse su propia ropa y utensilios, utilizando su experiencia de sastre. Todo lo guardaba cuidadosamente en su cueva. Siempre tenía que andar alerta ya que los pescadores de la isla frecuentaban la zona de la selva para cazar y pescar.


En la noche del 24 de enero de 1972, Yokoi fue descubierto por dos nativos que estaban revisando sus trampas de camarones en el pequeño río de Talofofo. Temiendo que les estaba quitando sus capturas consiguieron capturarlo y someterlo a la fuerza provocándole hematomas en su cuerpo. Shōichi Yokoi pasó veintiocho años escondido en su cueva de la selva y sin dejarse amedrentar por los folletos que le tiraban informando de que la guerra ya había terminado.


Después de su liberación realizó una espectacular gira por Japón, a la que llegó con su célebre frase de "es un poco vergonzoso, pero me han regresado". Se convirtió en una estrella mediática que defendía principalmente la vida de austeridad y bastantes años después de su liberación recibió una pensión y los pagos atrasados por sus servicios. En 1991 se le concedió una audiencia con el Emperador Akihito. A su juicio, la reunión fue el honor más grande de su vida.


El 22 de septiembre de 1997, a la edad de 82 años, fallecía de un ataque al corazón y fue enterrado en un cementerio de Nagoya, con una lápida que ya su madre había encargado tras finalizar la guerra y ver que su hijo no regresaba en 1955, tan sólo hubo que poner la fecha de fallecimiento.






jueves, 11 de abril de 2013

Los topos errantes I: Hirō Onoda



Después de rebuscar entre las páginas del viejo libro de Los Topos, investigando me he topado, y nunca mejor dicho, con las curiosidades de tres topos japoneses de la II Guerra Mundial, todos en condiciones distintas a la de los republicanos españoles, los japoneses Hirō Onoda, Shōichi Yokoi y Teruo Nakamura quedaron abandonados en el frente de combate y allí aguantaron escondidos sin saber que la guerra ya había finalizado, continuando algunos de ellos con su labor de espionaje al enemigo y esperando que sus tropas llegaran para atacar o para salvarlos.


Hirō Onoda
9/3/1922
Onoda fue entrenado como oficial de inteligencia por el comando Futumata de la escuela de Nakano durante la II Guerra Mundial, inmediatamente junto a otros compañeros el 26 de diciembre de 1944 lo enviaron a la isla Lubang en Filipinas. Sus órdenes eran muy claras, debía hostigar con ataques de guerrillas a las trompas estadounidenses, que muy pronto invadirían la isla, y especialmente debía atacar la pista de aterrizaje y el embarcadero del puerto para que no pudieran ser usados por el enemigo. Y la última de sus órdenes fue que no debía rendirse ni suicidarse bajo ninguna circunstancia.



Al desembarcar en la isla se sumó a un grupo de soldados japoneses que ya estaban allí con anterioridad, los soldados eran de rango superior a Onoda y a pesar de que les transmitió sus órdenes, éstos le impidieron llevar a cabo su misión. Así, el 28 de febrero de 1945, las tropas de EEUU tomaron sin ningún problema la isla. Sólo quedaron Onoda y tres soldados, el resto o habían muerto en refriegas con los norteamericanos o se habían rendido. Onoda fue ascendido a teniente y ordenó a los tres soldados que quedaban tomar las colinas de la isla.


Onoda vivió en las montañas junto con Yichi Akatsu, Shoichi Shimada y Kinshichi Kozuka, se ocultaron y evitaron combates con su enemigo conocedores de su debilidad, siempre en espera de su rescate. En octubre de 1945 desde unos aviones lanzaron unos folletos anunciándoles del fin de la guerra diciendo: "La guerra terminó el 15 de agosto de 1945 ¡Bajen de las montañas". Onoda desconfió. A finales de ese mismo año volvieron a lanzar nuevos folletos ahora firmados por la rendición del general Tomoyuki Yamashita, lo examinaron y decidieron que era un nuevo engaño. Ya llevaban un año ocultos en la montaña. Yuichi Akatsu se alejó de sus compañeros y acabó rindiéndose a las fuerzas filipinas en 1950 e informando de la existencia de más soldados en las montañas. Onoda se volvió todavía más vigilante y cuidadoso en sus movimientos.


Los años siguientes se lanzaron nuevos folletos con fotos y cartas de familiares, pero Onoda siempre pensaba que era una trampa. En 1953 Shoichi Shimada cayó herido en un tiroteo con unos pescadores y finalmente fue asesinado por un grupo que salió en su busca. El último compañero de Onoda, Kinshichi Kozuka, fue asesinado por la policía local el 19 de octubre de 1972 mientras hacía tácticas de guerrilla quemando arroz junto con Onoda. Norio Suzuki un joven estudiante japonés salió en busca de Onoda conocedor de las noticias, el 20 de febrero de 1974 lo encontró y se ganó la confianza de Onoda, pero se negaba a rendirse esperando órdenes de un superior. Suzuki se hizo unas fotos con Onoda y las llevó a Japón como prueba.


Suzuki localizó al mando superior de Onoda, el mayor Taniguchi, ahora librero, y lo llevó hasta la isla Lubang e informó a Onoda de la derrota de Japón y de que debía deponer las armas. El teniente Onoda finalmente salía de su auto-cautiverio después de 29 años escondido en la selva de la isla filipina. En la rendición portaba su uniforme, su espada, su fusil tipo 99 Arisaka en perfecto uso, 500 cartuchos y algunas granadas. Se convirtió así en el penúltimo soldado japonés en rendirse tras la guerra, el último fue Teruo Nakamura.


El entonces presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos, le otorgó el indulto a pesar de que en esos 29 años había matado a una treintena de hombres y había participado en varios tiroteos con la policía local. Onoda pudo por fin regresar a su Japón natal y fue recibido como un héroe y conminado a que formara parte de la Dieta de Japón, el máximo poder del estado de acuerdo con su Constitución y control político del país.


Publicó su propia autobiografía No surrender: my thirty-year war (Sin rendirse: mis treinta años de guerra). Onoda se convirtió en una persona publica que no entendía que lo que había hecho fuera objeto de tanta devoción y criticaba profundamente la debilidad de los valores tradicionales japoneses, lo que le llevó en abril de 1975 a salir de Japón hacia Brasil acompañando a su hermano mayor que ya estaba allí instalado dedicado a la cría de ganado. Se casó en 1976 y fue un líder para la colonia japonesa brasileña.


En 1980 después de leer que un adolescente japonés había asesinado a sus padres, decidió regresar a Japón y creó el Onoda Shizen Juku (Escuela de la naturaleza Onoda), un campamento para inculcar los valores tradicionales japoneses para la educación de los jóvenes. En 1996 volvió a la isla Lubang y donó en la escuela local 10.000 dólares americanos. En la actualidad todavía sigue vivo, todo un topo errante.



















00

Los topos autóctonos I
Los topos autóctonos II
Los topos errantes II: Soichi Yokoi

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...