lunes, 9 de septiembre de 2013

Madrid 2020: la Botella medio llena o medio vacía



Madrid tendrá que esperar a ser olímpica. Desde Buenos Aires llegaban malas noticias en un viernes y sábado cargados de euforia y hasta un poco de arrogancia, que se convirtieron en perplejidad, incredulidad y algo de injusticia para todos los que esperábamos que Madrid por fin tuviera sus juegos olímpicos, pero si siempre las historias se pueden contar desde dos puntos de vista en esta ocasión más que nunca se podía ver quienes querían ver la botella medio llena o medio vacía, y entre medio de las dos puede que haya más de un interés puramente deportivo.


Buenos Aires se convertía en el punto final de un viaje en el que ya casi estaban todas las cartas echadas. Según los medios de comunicación españoles España partía como clara ganadora y aunque intentaban sosegar sus palabras dejando algún resquicio a la duda, aportaban datos con todos los apoyos que tenía nuestra delegación dentro de los miembros del Comité Olímpico Internacional. La lluvia torrencial que cayó en el momento de la presentación española parecía convertirse en una metáfora del despertar de una realidad.


La batalla por el tercer intento de ser olímpico había comenzado desde las cenizas de las dos derrotas anteriores, y eso guste o no, se nota. En Madrid 2012 pasó el corte olímpico por detrás de París, pero al final ganó Londres. En Madrid 2016 pasó el corte olímpico por detrás de Tokio, pero al final ganó Río de Janeiro que casi queda eliminada en la primera votación. De esos restos nació Madrid 2020, intentando organizar un proyecto olímpico low-cost y centrando en este valor su principal fuerza. Así se comenzó con una discutida elección de la marca que a muy pocos gustó y que sólo por su poca inversión económica teórica se pretendía justificar, y digo teórica ya que luego una agencia se encargó de cobrar lo que no se había hecho en primera estancia alegando mejoras y otras cosas.


Todo el proyecto se presentaba como sin casi gasto para los ciudadanos madrileños o españoles, el factor de tener casi el 80% de las instalaciones construidas parecía ser el gran valor de nuestra candidatura. Claro error estratégico nacido de los propios miedos internos, en lo que se quería hacer virtud venía escrita la pena. A un Comité Olímpico Internacional que quiere la mayor proyección mediática de unos juegos cargados de espectáculo, pabellones espectaculares y todo lo que contribuya a ingresos publicitarios les puede interesar promover una candidatura low-cost. Pero nuestros políticos y los medios de comunicación seguían creyendo que ese era un valor importante.


Y no quiero decir que no sea importante, pero los valores de nuestra sociedad actual, nos gusten o no nos gusten potencian valores como el espectáculo antes que el esfuerzo personal, aunque todo se pretenda liar y enmarañar para enmascarar los verdaderos objetivos. Un deportista espectáculo acapara casi todo el prime time de las televisiones y los que se esfuerzan pero quedan últimos sin casi medios se convierten en vídeos que se comparten en las redes sociales para aquellos que no quieren ver sólo lo que nos quieren vender desde la caja tonta, que no desde la Caja Mágica.


Por eso si se decide ir en una apuesta ganadora para ganar unas votaciones, nunca se puede ir desde un punto de vista contenido y low-cost, y menos cuando los que lo eligen no tienen ese problema, ya que como he dicho antes, lo que uno considera virtud se puede acabar convirtiendo en nuestra losa. Pero claro está, que lo que no es bueno para unos, era muy bueno como discurso para todos los madrileños y españoles, que después de tanto ajuste y recorte, entendían esta estrategia como la más válida, a la que se sumaba la del propio ego de no ser derrotados por tercera vez.


Pero mientras en España, políticos y medios de comunicación nos querían hacer ver lo que sólo ellos veían, en el resto del mundo lo tenían mucho más claro, y es que desde fuera las cosas se entienden mucho mejor. Imaginemos por ejemplo que sin gastar nada de nuestro dinero tenemos que organizar una fiesta por todo lo alto para vender los valores de la amistad y se nos presentan dos presupuestos, uno ajustado de precio, en el que nos dicen que van a reciclar el 80% de las cosas que van a poner y que lo hacen así porque están en crisis, a poco de ser invertidos y ya era el tercer presupuesto que nos pasaban sin haberles elegido; el segundo presupuesto, por contra, se llena de ilusión, de carteras llenas de dinero y con todo nuevo por construir. ¿Cuál elegiríais?


Por eso fuera de España las apuestas estaban muy claras, Tokio era la clarísima ganadora y Madrid sólo en alguna pequeña ocasión y por muy poco se pudo poner segunda, aunque ocupó casi siempre la tercera posición de las tres candidatas. Alguien puede creer que en este tipo de votaciones importa realmente las emociones, la nostalgia o las buenas intenciones, en detrimento de la repercusión económica y de los negocios añadidos alrededor de unas olimpiadas. ¿Se gana más con una sede reciclada o con una sede por construir?


Además de estos factores, las intervenciones de nuestros políticos fueron penosas, quitando la del príncipe Felipe que parecía más técnico que muchos ellos, las declaraciones y el nivel tan bajo de nuestros representantes, dudo yo que hubieran cambiado cualquier decisión de los miembros del comité a no ser que fuera a cambiar a peor.



Justificar como se puede ver en este vídeo que somos muy majos y muy simpáticos, aunque algunos no, parecen argumentos de muy poco peso para alguien que quiera de verdad conseguir una candidatura olímpica. Cuando algo se quiere se puede conseguir, pero cuando se asiste como convidado de piedra a algo que desde fuera tenían claro que si nos hubiera tocado sería un auténtico problema económico, y para resolverlo se confía en la improvisación y en el bla, bla, bla sin ningún tipo de estrategia pasa lo que pasa.


Y que puedo decir de la alcaldesa Ana Botella, su forma de presentar una candidatura olímpica hace que cualquier trabajo por muy bueno que esté planteado y ejecutado se quede en la anécdota y en un deseo de que no hubiera sucedido. Diversas ruedas de prensa previas la iban dejando como una representante que no tenía categoría para abanderar el proyecto que quería llevar adelante.



Su pronunciación en inglés y el detalle del café con leche en Madrid dejan un claro ejemplo de dónde no hay que llevar una presentación que quiera ser ganadora. Recuerda el discurso a los de la niña de Rajoy o a otros, donde el chascarrillo se come a todo lo bueno que se hubiera podido contar. Sinceramente lamentable.


Y así, con todos estos antecedentes pasó lo que tenía que pasar. Mientras en Buenos Aires se veía muy claro por todos los medios que no eran españoles que Madrid sería la última y Tokio la primera, en España todos se encargaban de hacer crecer una bola y un sueño que sólo veían los que lo querían ver, posiblemente potenciados por otras cúpulas que precisan de otros focos de atención para evitar que se siga poniendo el foco de la noticia donde tal vez interese mucho menos. La pena fue ver la ilusión convertida en desilusión de todos los que al calor de las noticias esperaban algo casi imposible.


Y finalmente, ganó Tokio, una lógica ganadora que aporta seguridad, nuevas instalaciones y valores olímpicos para justificar los verdaderos objetivos económicos del negocio que suponen las olimpiadas. Poco importaba para su elección el factor emocional de que para Tokio sean sus segundas olimpiadas y ni Madrid, ni Estambul han celebrado ninguna, y además, Estambul se ha presentado en cinco de las últimas seis convocatorias, pero los negocios son así. A nadie en el mundo le sorprendió su elección, salvo en España, un dato para reflexionar, sin duda.


A pesar de ello, la delegación madrileña se mostraba contrariada y fuera de cámara indignada. Normal, en todos aquellos que habían ido a apoyar y que encima de la mesa sólo ponían los valores deportivos como gran factor de victoria, pero de la misma forma que en el deporte no siempre gana el mejor, así hay que entender esta nueva derrota. Las palabras vacías y los discursos que defienden mentiras que sostienen a un gobierno que vive del desconocimiento de los ciudadanos, tiene en lo que ha pasado en Buenos Aires su más claro ejemplo.



Por suerte, ante las cámaras el Principe Felipe aguantaba el tipo y deportivamente aceptaba una derrota. Por pena, seguro que a la vuelta se intentan minimizar las verdaderas razones de la elección perdida, y como nos tienen acostumbrados nuestros políticos a no asumir errores y achacárselos a los demás.


No quiero acabar esta reflexión sin felicitar a todos aquellos que de corazón creen en el espíritu olímpico y que ajenos a los compadreos que se ejecutan en los despachos, no entenderán nunca como pueden suceder todas estas cosas. Sus valores son los que no debemos perder nunca y con ello y una buena estrategia y decisión se podrá conseguir ver a Madrid como sede de unas olimpiadas.



De todas formas, después de ver este vídeo uno puede sacar unas conclusiones muy claras del por qué no hemos ganado una vez más la sede olímpica de Madrid, y es que tal vez, haya una persona que es gafe en todos estos asuntos. Habría que reflexionarlo para la próxima vez.

6 comentarios:

  1. Buena reflexión David..... yo creo que la propuesta de Madrid 2020 no coincide con los intereses mundiales del COI.... ni de cara a los patrocinadores ni de cara a nadie.... la etiqueta "austeridad" es más algo que vende en España, o creen que vende en España.... así nos va. Un Nike no quiere unos juegos austeros o no quiere vincular su marca a un evento de poco calado, sino a la fiesta más impresionante del globo, no hay más. Erro estratégico de planteamiento de libro. Abrazos

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  2. Todo se compra hoy en día y unos Juegos Olímpicos, con lo que eso genera en beneficios para una ciudad, ni te cuento.
    Hoy incluso ya he escuchado que la candidata que ganará los del 2024 va a ser Roma.
    En fin, que nuestros políticos, una vez más, van en otra dirección.

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  3. Llevando a Mariano, a la botella y a ése del COE lo normal es perder. Lo extraño hubiese sido ganar. El problema de no presentarse a los del 2024 es que le toca a Europa y los siguientes en Europa no serán hasta el 2036.

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